Lograr que los niños coman verduras sigue siendo uno de los mayores retos en los hogares mexicanos. A pesar de los esfuerzos de padres, maestros y campañas de salud, los vegetales —y especialmente el brócoli— parecen tener una reputación temida entre los más pequeños. Sin embargo, detrás de esta “batalla” cotidiana se esconde un problema serio: la deficiencia de nutrientes esenciales en la infancia, que puede afectar el crecimiento, la concentración y la salud a largo plazo.
Una aversión que nace en la biología
El rechazo infantil hacia las verduras no es un simple capricho. Diversos estudios han mostrado que la preferencia por sabores dulces y la aversión a los amargos tiene una base biológica. Según la Facultad de Nutrición de la UNAM, los niños nacen con más papilas gustativas activas que los adultos, lo que los hace especialmente sensibles a los sabores intensos y amargos presentes en vegetales como el brócoli, las espinacas o las coles de Bruselas.
El brócoli, por ejemplo, contiene compuestos llamados glucosinolatos, responsables de su sabor ligeramente amargo. Estos compuestos son potentes antioxidantes y ayudan al organismo a prevenir enfermedades, pero para el paladar infantil pueden resultar desagradables.
La realidad mexicana: una dieta con pocos vegetales
En México, el bajo consumo de frutas y verduras no es exclusivo de los niños, pero comienza en la infancia. Solo el 35 % de los menores de 6 a 11 años consume la cantidad diaria recomendada de vegetales, que equivale a cinco porciones al día. En cambio, el 85 % consume bebidas azucaradas de manera habitual.
Las causas son múltiples: desde la falta de tiempo para preparar comidas saludables hasta el alto costo de algunos productos frescos. En comunidades rurales, la disponibilidad puede ser limitada; en zonas urbanas, el bombardeo publicitario de alimentos ultraprocesados ha desplazado las opciones naturales. El resultado es una generación que crece con deficiencias de fibra, hierro, calcio y vitaminas esenciales.
El brócoli, uno de los vegetales más ricos en nutrientes, contiene vitamina C, ácido fólico, potasio y compuestos anticancerígenos. Pero su sabor y textura lo colocan en la lista negra de los niños mexicanos.
Educar el paladar: una tarea de paciencia y creatividad
La aceptación de las verduras no se logra de un día para otro. Los especialistas coinciden en que la exposición repetida es la clave. Un estudio del Instituto Nacional de Pediatría (INP) indica que los niños pueden necesitar entre 8 y 15 intentos antes de aceptar un nuevo alimento. Esto significa que, aunque rechacen el brócoli las primeras veces, no se debe desistir.
Una técnica efectiva es involucrar a los niños en la preparación. Cocinar juntos, tocar los ingredientes y participar en las decisiones del menú aumenta la disposición a probarlos. “Cuando los niños sienten que tienen control, se reduce la resistencia”, señala el psicólogo infantil Héctor Mendoza, especialista en conducta alimentaria.
Otra estrategia es combinar sabores. El brócoli, por ejemplo, puede mezclarse con queso, arroz o pastas integrales, o servirse en forma de crema o puré. Presentaciones divertidas, colores variados y texturas suaves ayudan a que los niños asocien los vegetales con experiencias positivas.
El costo de una infancia sin verduras
La falta de consumo de vegetales tiene consecuencias serias. En México, la deficiencia de hierro afecta a cerca del 27 % de los niños menores de 12 años, y la carencia de fibra contribuye a problemas digestivos y obesidad infantil. Se advierte que la mala alimentación durante la infancia aumenta el riesgo de enfermedades crónicas en la adultez, como diabetes tipo 2 e hipertensión, padecimientos que ya comienzan a detectarse en menores de edad.
La obesidad infantil, uno de los principales problemas de salud pública en México, se relaciona directamente con la baja ingesta de vegetales y el alto consumo de ultraprocesados. En la actualidad, uno de cada tres niños mexicanos padece sobrepeso u obesidad, una cifra que ha crecido a pesar de las campañas escolares y la regulación de alimentos chatarra.
Recuperar el gusto por lo natural
Superar la batalla con el brócoli requiere un cambio de enfoque: no se trata de obligar a los niños a comer lo que “deben”, sino de enseñarles a disfrutarlo. Para ello, los expertos recomiendan introducir los vegetales desde etapas tempranas, preferiblemente antes del año de edad, y mantener una dieta variada y colorida.
Las escuelas también tienen un papel crucial. Programas de alimentación saludable, desayunos escolares balanceados y educación nutricional desde el preescolar pueden marcar la diferencia. En algunos estados, como Jalisco y Nuevo León, los huertos escolares han mostrado resultados positivos: los niños que siembran sus propias verduras tienden a consumirlas con mayor frecuencia.
Entre el gusto y la salud
Convencer a los niños de comer brócoli puede parecer una guerra perdida, pero cada intento cuenta. La clave está en la paciencia, la creatividad y el ejemplo. La alimentación infantil no debe centrarse en la obligación, sino en el descubrimiento. Al final, cada bocado verde es una inversión en su futuro.
Porque cuando un niño aprende a disfrutar del brócoli, no solo gana una batalla contra el sabor amargo: gana años de salud, energía y bienestar.
Este material es de carácter educativo e informativo únicamente, no sustituye ni reemplaza la consulta profesional, y en ningún caso deberá tomarse como consejo, tratamiento o indicación médica. Ante cualquier duda, deberá consultar siempre con su médico de confianza.
Fuentes bibliográficas:
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Secretaría de Salud de México. Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2023.
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Instituto Nacional de Pediatría. Hábitos alimentarios en la infancia mexicana, 2024.
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Organización Panamericana de la Salud (OPS). Informe sobre obesidad infantil y nutrición en América Latina, 2024.












