En los primeros tres años de vida, el cuerpo humano atraviesa un período de crecimiento y desarrollo acelerado que no volverá a repetirse con igual intensidad. En este tiempo crítico, el cerebro triplica su tamaño, se forman millones de conexiones neuronales por segundo y se sientan las bases para la salud física y cognitiva del resto de la vida. Por eso, una alimentación adecuada en esta etapa no es solo importante: es fundamental.
Desde la desnutrición crónica hasta la anemia por deficiencia de hierro, las carencias alimentarias afectan su desarrollo integral y los exponen a problemas de salud que podrían prevenirse con políticas públicas eficaces y una mayor conciencia social.
Un problema estructural y persistente
El problema no se reduce a la insuficiencia calórica. Las “hambres ocultas”, como se denomina a las deficiencias de micronutrientes esenciales (hierro, zinc, vitamina A, entre otros), son frecuentes en contextos de inseguridad alimentaria, aun cuando el niño reciba suficiente comida en términos de cantidad. La calidad nutricional, por tanto, es tan importante como el volumen de alimentos consumido.
El hierro y su rol crucial en el desarrollo
Entre todas las deficiencias nutricionales, la anemia infantil por falta de hierro es una de las más comunes y graves en Argentina. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS), más del 40% de los niños menores de 2 años presentan anemia, especialmente en las regiones del NOA y NEA, donde las condiciones socioeconómicas son más desfavorables.
El hierro es un mineral esencial para el desarrollo del sistema nervioso central. Su deficiencia en los primeros años de vida puede generar alteraciones cognitivas irreversibles, disminución de la capacidad de atención, retraso en el lenguaje y bajo rendimiento escolar futuro. La buena noticia es que estas consecuencias son evitables con diagnóstico temprano, suplementación adecuada y acceso a alimentos ricos en hierro.
Lactancia materna: primera barrera protectora
La lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida es una herramienta insustituible para prevenir las carencias nutricionales. La leche materna proporciona todos los nutrientes esenciales, fortalece el sistema inmune y reduce el riesgo de infecciones. No obstante, en Argentina solo el 44% de los bebés reciben lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, según UNICEF.
Las causas de esta baja adherencia son múltiples: desde la falta de licencias laborales extendidas para las madres, hasta el escaso acompañamiento durante el puerperio o el marketing de fórmulas infantiles que inducen a su uso prematuro.
Promover y proteger la lactancia materna requiere políticas activas desde el sistema de salud y campañas de concientización para toda la sociedad.
Alimentación complementaria: el gran desafío
A partir de los 6 meses, la leche materna debe complementarse con otros alimentos que aporten hierro, proteínas, vitaminas y minerales. Sin embargo, en muchos hogares argentinos, la alimentación complementaria se inicia de forma tardía o deficiente, con dietas pobres en variedad, excesivas en harinas refinadas o azúcares, y bajas en nutrientes esenciales.
Esto se agrava en contextos de pobreza, donde el acceso a frutas, verduras, carnes o alimentos frescos es limitado. Además, el alto costo de los alimentos saludables frente a los ultraprocesados crea una barrera económica importante para muchas familias.
Las consecuencias pueden verse en el aumento de casos de obesidad infantil coexistiendo con cuadros de anemia o retraso en el crecimiento: una paradoja que refleja la mala calidad de la dieta desde edades tempranas.
Impacto a largo plazo
Las carencias nutricionales en los primeros tres años de vida no solo afectan la salud inmediata. Estudios científicos han demostrado que niños que sufren desnutrición o déficit de micronutrientes en esta etapa tienen mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas en la adultez, como diabetes, hipertensión y obesidad.
Además, el impacto cognitivo puede limitar las oportunidades educativas y laborales en el futuro, perpetuando el ciclo de la pobreza. Por eso, los especialistas afirman que invertir en nutrición infantil es una de las políticas públicas más rentables desde el punto de vista económico y social.
El rol de las familias y la comunidad
Si bien el Estado tiene un rol insustituible, las familias y comunidades también pueden hacer mucho para prevenir las carencias nutricionales. La educación alimentaria es clave para que padres, cuidadores y docentes comprendan la importancia de ofrecer comidas equilibradas desde el inicio de la vida.
Además, organizaciones sociales, comedores barriales y centros de salud pueden funcionar como espacios de promoción de prácticas saludables, detección temprana de problemas y distribución de recursos cuando las condiciones del entorno lo impiden.
Un llamado a la acción
Garantizar una nutrición adecuada en los primeros tres años no es solo un derecho de los niños, sino también una responsabilidad colectiva. La magnitud del problema en Argentina exige una respuesta integral, sostenida en el tiempo y centrada en las necesidades reales de cada territorio.
Invertir en la infancia es sembrar futuro. La lucha contra las carencias nutricionales es una de las estrategias más poderosas para construir una sociedad más justa, saludable y con igualdad de oportunidades desde el inicio de la vida.
Este material es de carácter educativo e informativo únicamente, no sustituye ni reemplaza la consulta profesional, y en ningún caso deberá tomarse como consejo, tratamiento o indicación médica. Ante cualquier duda deberá consultar siempre con su medico de confianza.
Fuentes bibliográficas: